miércoles, 11 de diciembre de 2013

El corazón de San Juan de Dios


Reyes a caballo

Dulcecillos caseros.... una tentación

Pequeños regalos realizados con ilusión y un extraordinario esfuerzo
De la simple y casi tópica curiosidad por los belenes, quiso la noche que llegásemos de paseo hasta la Calle San Juan de Dios; una zona que considero la hermana pequeña del centro de Granada y que se hace apetecible por su curioso bullicio, casi de ciudad pequeña. 
Lo que no pensaba es que dentro del complejo que conforman el Hospital de San Rafael, Colegio de Educación Especial San Rafael, Comedor Social San Juan de Dios y la impresionante Basílica de San Juan de Dios... lo que no pensaba, digo, es que por encima de su impresionante y bien planteado 'Belén' me iba a impresionar tanto el trabajo de un grupo de voluntarios, que dejan todo su tiempo libre en estos días y los que están por venir para atender las visitas del público que se marcha encantado con el montaje, además de ofrecer en venta numerosos productos artesanales realizados por los alumnos. Las fotos muestran algo, pero no se trata simplemente de objetos bonitos o curiosos, detrás de algunos de ellos como un simple marca-páginas está el esfuerzo humano, sencillo para cualquiera de nosotros pero increíble y precioso para quien se plantea su confección como un reto personal, como una pequeña-gran meta de incalculable valor para quienes construyen cada uno de sus días como un logro maravilloso en el que su principal regalo es sentirse utiles a la sociedad. Por eso, los muñequitos, jarritas y tantos deliciosos objetos hablan en su hechura más que ningún otro mensaje navideño... Yo, que os recomendaría que compraseis algún detalle de tan humano muestrario, os recomiendo igualmente que dediquéis un ratillo a la conversación con los voluntarios; gente afable, entregada y comprometida que no duda en fabricar sus propios dulces caseros para contribuir a la causa, lo mismo que la señora que se empeña en que no te marches sin el almanaquillo de San Juan de Dios. 
Salimos de allí contentos, tal vez no tan ensimismados con el montaje del Belén -que, insisto, es magnífico- como con el empeño personal de quienes conforman esta gigantesca obra humana. Para ellos, más que nunca, ¡Feliz Navidad!.


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