Allá por donde vayas surge el encuentro con lo inesperado. A veces, incluso, gustamos de sentirnos turistas en nuestra propia casa quizá porque con ello abrimos un poco más los ojos. Eran poco más de las cuatro de la tarde y en esta ciudad donde la siesta no existe desde octubre en adelante, el ritmo se comía Plaza Nueva de manera trepidante e insólita. Como uno más de tantos me dejé llevar en esa nube de sonidos sordos. Más adelante vendría el músico callejero del violín... pero esa es otra historia, mucho más íntima y sosegada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario