martes, 29 de octubre de 2013

¿Yaaaa?

Luces navideñas junto a la Fuente de las Batallas
Adoro la Granada del olor a castañas asadas en los cualquiera de los puestos que bullen en ascua y brasas en todo el centro de la capital. Me gustan el piso de hojas machadas de la Trinidad o el Campillo, pero este año ni las hojas de los olmos o de los plátanos se caen... continúan brotando en una especie de primavera rara y extemporánea. Por eso mismo me sorprendió la explosión de bombillitas en los árboles del Embovedado. De acuerdo que el montaje del alumbrado navideño es complicado y largo, pero no deja de resultar ingrato a la vista la presencia desafiante de los símbolos festivos, en pleno mes de octubre, a la que seguirá si Dios no lo remedia la inminente campaña de reyes empalada en plena celebración de la festividad de nuestros difuntos. Tal vez uno sigue empeñado en creer que lo adecuado es cada cosa en su tiempo, por mucho que también creo que esto sea nadar contracorriente. En fin. ¡Feliz pre-Navidad!.

domingo, 27 de octubre de 2013

La calle alternativa

La imaginación no ha muerto. Menos mal.

Me gusta, por alternativa, la calle Moral de la Magdalena. Allí subsisten, uno tras otro, pequeños negocios y tiendas que se escapan de lo convencional y adornan el tejido comercial de la ciudad con una sugerente especialización no apta para relamidos y sí para los que adoran lo diferente, lo singular... Y en esta reflexión, puede parecer un contrasentido que la calle al completo escenifique estos días el convencionalismo del "espíritu" de Halloween, pero ni en esas han inclinado la balanza hacia el lado puramente comercial, sino que han dado rienda suelta a la imaginación de cada cual no para atrapar al posible cliente, no... más bien para cautivarle. Y esa es la gran diferencia. Me gustó la curiosa lápida, por elocuente y sobre todo la delicadeza y elaboración con que los pequeños comercios han transformado por unos días la fisonomía de los locales; una nueva apuesta por el calor de lo sencillo, de aquello que nunca tendría que perderse en el corazón de nuestras ciudades, asfixiadas por la pavorosa presión carnívora de las grandes superficies de la periferia. Ahora disfruto pensando como lucirán estas cuasi mágicas tiendas durante la Navidad....

La soledad del artista

Con alma pero sin el calor del público (F.A.)

Plaza de Gracia. Once de la noche del viernes 25 de octubre. Noche de calle, de mucha calle y quizá el joven músico pensó que sería fácil llegar a un público ansioso de aire suave, cielo estrellado, cerveza fría y otoño disfrazado. "Lo hace bien, bastante bien", pensé. Pero ni Carolina de Mc Clan consiguió que ninguna de las sillas de las terrazas se volviese, como por resorte y al estilo 'La Voz' para dedicarle al chaval al menos una mirada de agradecimiento. En ese instante, un viandante se plantó delante, escuchó y dejó su moneda; pero solo uno. Quizá lo más bonito de su actuación a pie de plaza, fue que el artista no perdió ni la sonrisa ni el aplomo y todo ello muy a pesar de que no hubo un solo aplauso cercano y que una tapa de carne con tomate en las mesas fuese capaz de centrar mucho más la atención del público que la expresión del alma del joven artista. Seguro que en medio de esa canción el cantante buscó más el calor de una sonrisa o de una mirada de gratitud que los dos o tres euros que podía dejarle el platillo. Una vez más, cuestión de dignidad. A saber las veces que este hombre se hablará a a sí mismo de su futuro... ojalá la indiferencia de un mundo que no sabe de cosas bellas le obligue a tirar la toalla de los propios sueños. 

lunes, 14 de octubre de 2013

Ángel


A los niños les fascinan las estatuas vivientes. Se plantan ante ellas y las contemplan de manera fija, como tratando de desvelar un truco que sencillamente no existe. Son nuestros mimos urbanos, las esculturas en las que jamás se cobijarán ni irán a morir a sus pies las golondrinas, pero tras de cuya rigidez late el corazón de un artista. Considerarlos otra cosa sería un insulto a su dignidad. Son artistas que infravaloramos cada vez que pasamos de largo, que animan nuestro paseo cotidiano y ante los que es un pecado no detenerse. Este ángel, clavado como una extraña Victoria de Samotracia con un toque de divinidad ante la misma fachada de la Catedral me provocó una rara sensación interior, la de sentirme muy bajito ante tal derroche de profesional compostura. Los niños nos dan una lección y se detienen ante ellos y ellas con reverencial temor y admiración. Lo curioso es que en el fondo nos da vergüenza echar unas monedas, pues normalmente nadie pasa de los veinte céntimos y para ridículo nuestro nos son correspondidos, siempre, por la reverencia que estos artistas nos brindan -como un resorte- para gratificar nuestra dádiva.
Preciosa escenificación.

El último vistazo


Es inevitable. Echar el último vistazo desde el balconcillo es un ritual tranquilizador, una nana visual. La callejuela estrecha da seguridad y confort. El silencio de las fachadas antiguas suena a susurro y a un "buenas noches" amoroso. A ras de calle las siluetas espigadas de las modelos hieráticas, tras el cristal de un moderno establecimiento, miran sin mirar pero no dan miedo, al contrario, nos recuerdan que pocas horas más tardes el centro será bullicio hasta en sus rincones más desconocidos. No termino de entenderlo, pero la última visión de la madrugada me reconforta y me hace sentirme parte de una trama humana y urbana que me engulle como un ser anónimo. Mejor así. ¡Ah!. Las dos espigadas modelos son ya como de la familia.