domingo, 14 de diciembre de 2014

Las luces y las sombras

No me pierdo. Me busco por aquí
"Cuando la tarde languidece, renacen las sombras...". Seguro que ya sabéis como continúa esta canción. A mí me viene a la mente, pero no desde los cafetales, sino desde la ribera húmeda y encajonada entre los viejos muros que hacen serpentear al Darro antes de meterse en las entrañas de Granada.
En estos días fríos no da tiempo a disfrutar de un atardecer huidizo y tan breve como los propios días; pero en ese instante fronterizo las callejuelas pisadas, a diario, por miles de turistas o caminantes de  boca abierta... en esos minutos de tránsito desde una tarde sin vida a una noche extraña, el empedrado exuda silencios y te mete por las piernas una sensación que te cala hasta el estómago.
A quien viene por vez primera le asaltan las confusiones de una Granada que, por estos andurriales, hace un guiño al zoco de Tetuán, quizá porque la ciudad marroquí a muchos se nos antoja la gemela granadina en el norte de Marruecos. Se trata de un escenario ciertamente turístico, es evidente, pero la conjunción de los bazares con el marco arquitectónico, costumbrista y social de la ciudad es suave y cariñosa.
Más allá de esas lámparas de evocador resplandor, en la insulsa tarde casi invernal, está el ensueño que cada cual se quiera hacer mientras sube y baja cuestecillas, mientras resbala sin querer sobre los pequeños cantos gastados mientras se piensa -con cierto placer- en un lugar oculto y menos turístico para dar cuenta de un tapeo casi sublime.
Allá por donde las sombras renacen, donde la humedad hiere la nariz en cada inspiración, siempre hay un hueco feliz para ser turista en los propios sueños...

domingo, 30 de noviembre de 2014

El conciertazo

El rock de la siesta...
No era la hora prevista para el concierto callejero. Y no había más público que algún turista japonés despistado pero a la vez extraordinariamente sonriente... Tampoco llegué a preguntarles el nombre del grupo. Ni quienes eran.
Eran las cuatro de la tarde. Un momento en el que la voz desgarrada y potente del vocalista -el mejor que he escuchado en años- rebotaba una y mil veces contra los muros (también potentes) de la Chancillería de Granada.
Esos son los momentos. Mis momentos. Aquellos en los que aún no hay multitudes, y tienes el privilegio de ser espectador único y preferente. Alguno de ellos se preguntaría quién osaba dar vueltas en torno a un escenario todavía desnudo de destellos, pero rabiando a la vez por transmitir una música que a pie de acera multiplica su valor, por aquello de la tremenda y valiente osadía del directo de los directos: el que horas más tarde le metieron por los oídos a la ya bulliciosa plaza Nueva. 
En esta Granada de los encuentros no hay mañana ni tarde sin un concierto urbano que meterte en los sentidos y ciertamente la busco en mis paseos; pero lo de este grupo fue mucho más allá porque volvió a reiterarme en mis propias convicciones: ¡la de gente profesional que hay dando el callo!.
No quería que esta foto a traición quedase en el tintero. Me dejaron con la boca abierta y quería contarlo. Un conciertazo.

domingo, 2 de noviembre de 2014

"¡Por favo..... siniora!!

Un día, como otro cualquiera, las palabras son arrastradas por pasos rápidos y extraños. Foto: F. ANGUITA
La música de fondo de nuestros andares cotidianos es también la sinfonía de la pobreza. La escuchamos... o, mejor dicho, sólo la oímos intentando no entenderla porque se nos antoja cansina, repetitiva y hasta ofensiva para los sentidos. Hemos de reconocer que es así, así de dolorosamente cierto. Tal vez nos auto justificamos ideando una historia falsa para el joven negro del vasillo; quizá nos atempera el cargo de conciencia el hecho de creer que no están tan necesitados como parecen (vestidos con decoro, limpios, educados hasta el extremo...); puede que no nos terminemos de creer su pobreza; pero la pobreza también se muestra con manos limpias y con dicción perfecta de dos o más idiomas. 
Creo que es imposible dejar una moneda en cada vaso de Granada, por más que en el fondo todos lo querríamos; pero en aquellos vasos donde no haya lugar para nuestro dinero podíamos dejar -AL MENOS- una sonrisa cálida, incluso cómplice; pero nunca -JAMÁS- paternal, complaciente o condescendiente. 
Este joven, como tantos otros nunca albergaron la esperanza de convertirse en figurantes de nuestra cotidiana comedia, ni en maniquíes de un callejero comercial repleto de viandantes con bolsas de franquiciados. 
Siempre me han caído bien, siempre me inspiraron un profundo respeto y hasta una cierta admiración por su valor ante el desprecio social al que son sometidos y que, incomprensiblemente, nunca les hace perder la sonrisa. Pero de este sentimiento no quiero que nadie entienda que se desprende una bondad caritativa mal entendida, sino porque me asombra su extraordinaria dignidad como personas a las que no humillará jamás la miseria, por mucho "¡po favo...siniora!" que repitan una, otra y otra vez mientras caminamos disimulando que ni los vimos, mientras que nuestros pasos arrastran sus palabras y estas se quedan pegadas en el suelo de la calle Alhóndiga.
A quien no los comprenda, a quien molesten con su presencia que piense -aunque sea por un segundo- qué le pasaría por el cuerpo si tuviese que clavarse diez o doce horas diarias pidiendo una puta limosna. 

martes, 24 de junio de 2014

Carta de sensaciones

En cada rincón
Desconozco si Granada, al cabo de la 63ª edición de su Festival Internacional de Música y Danza habrá a terminado de darse cuenta de lo que este evento de resonancia mundial tiene para la ciudad. A veces da la sensación de que la capital lo mira un tanto de soslayo, aunque he llegado a la conclusión de que esto no es más que un detalle, como la aparente indiferencia de quien quiere a alguien o a algo solo por el hecho de la reiteración en el tiempo de un cariño que, al cabo de tantos años, puede parecer aletargado. Pero no. Eso es solo a veces. Creo que está claro que Granada no solo luce palmito con su festival, sino que lo ama en un profundo y reverencial silencio. El granadino lo vive en sus rincones, en sus mágicos escenarios y sabe escoger en la maravillosa carta de un repertorio anual cuajado de novedades y sorpresas. Y si, para colmo de bienes, una auténtica invasión cultural y turística se deja sentir en los cuatro puntos cardinales de la capital, mejor que mejor... ¡Que lo disfruten ustedes!. A ser posible bajo un cielo estrellado y con el rumor de fondo de surtidores mágicos y eternos.

domingo, 8 de junio de 2014

Hoy no me quiero recoger...

Más que un susurro
Los días se hacen tan pesados como eternos y el calor es un mazazo fuera de las calles entoldadas. Pero el anochecer trae regalo doble a la Granada de junio que se está "emperifollando" para sus fiestas: la suave templanza y la conquista de los susurros. A las diez de la noche la calle huele a un semi-fresco juguetón que te da en la cara a ramalazos, mientras que el sonido del agua invita a dar rodeos por las plazuelas en busca de una y otra de esos pequeños reinos de los sentidos que son las terracitas. Del Darro para arriba ni cuento, es el delirio. Más en el corazón de la ciudad conviene ir preparados para volver tarde a casa, porque la noche de comienzos de verano es como una novia antigua detrás de la ventana con reja cubierta de geráneos... hay que cortejarla hasta que los grillos se cansen de madrugada.

lunes, 26 de mayo de 2014

Un pellizco grácil

Con encanto
Se dice de las personas atrevidas que cualquier cosa que se pongan les cae bien. No es el caso de Granada, cuyo clásico porte ha conjugado siempre muy mal con a saber qué cosas, principalmente aquello en lo que desde un punto de vista arquitectónico ha sacado los pies del tiesto. Pero he aquí que este edificio ha hecho un pacto con la dama de recia estampa que es esta ciudad y en ella encaja tan bien como los guantes blancos y largos de Julia Roberts sentada en el palquillo de la ópera. No solo me cae bien este edificio, sino que me gusta porque es un pellizco grácil en el moflete del Realejo. Y ahí está, con su fachada cubriéndose de luz cualquier mañana de esta primavera rara en la que la magia parece escalar sus paredes como una hiedra caprichosa. Para mí tiene mucho encanto y además "cae bien".

jueves, 15 de mayo de 2014

El topicazo

No me canso de mirarte
No me canso de mirarte; por mucho que la reflexión sobre esta contemplación suene a topicazo, a recurso requetemanido. Pero ¿a alguien le puede resultar reiterativa y recurrente esta visión?. Definitivamente, no. Y es que por mucho que remires sus muros que, a esa hora, son de color ámbar o por mucho que siluetees en tu corazón el perfil caprichoso de su talle arquitectónico... por mucho que hagas eso y más, estarás descubriendo un algo nuevo e inexplicable que salpica cada segundo de su historia de siglos. Por eso nunca cansa este lienzo espectacular y único. Su clave y secreto es que su armonía y belleza se renuevan en nuestros sentidos cada vez que nos detenemos ante su perspectiva caprichosa y envolvente. Siempre hay una excusa para rebuscar tu hechizo desde las eternas calles y cuestas que serpentean en torno a ti como gatitos ronroneando y sobándose entre las faldas de tu legendaria hermosura. Siempre hay una excusa para acercarse a ti, pero sin entrar en ti... para que nuestros ojos se vuelvan a casa borrachitos de la inmensidad de tus siglos. Y me andaré con cuidado... hace tiempo que tengo la costumbre de quedarme embobado, desde Los Tristes, con la barbilla alta esperando un ramalazo de tu hechizo... no vaya a ser que me lleve el "regalito" de una paloma y maldiga mis enamorados versos hacia ti con algún improperio "barruchón" que se cargue la magia del momento... ¡Ay, Granada!.

lunes, 5 de mayo de 2014

Volver...


Esta noche... quiero volar / F.A.
No hace falta la observación de que la foto está mal hecha. Es evidente. Claro que subiendo cuestas a las dos de la madrugada no andaba uno pendiente de la faceta más artística del momento y sí, no obstante, por beberme la noche a sorbos largos y pausados. 
Desde las alturas, Granada es inmensa. Desde cada ángulo es una Granada diferente. Son cachos de la Granada envuelta en un celofán ámbar; un regalo delicioso que te va dejando embobado hasta que finalmente te sientas en algún poyete y te dedicas a contemplar. Jamás será igual al día anterior. La luciérnaga urbana se extiende y resulta confusa de distinguir hasta en sus formas más elementales; se vuelve de todas las épocas y de ninguna a la vez, pero la magia de la nocturnidad es de tal envergadura que más que asombrarte te hace una mueca en el alma para que jamás olvides que una noche, ella, la Granada intemporal, te rebanó los sentidos para que sintieses, una y mil veces, la necesidad inmensa de volver... como su horizonte de luces.

jueves, 24 de abril de 2014

Tonto






A mí esta ciudad me tiene tonto. Pero de remate. Por mucho que la conozcas, hay días en que parece que estás descubriendo un continente nuevo, un mar urbano que no hubiese sido navegado jamás. Me confieso embobado si hace un día espléndido; ensimismado si se nubla; maravillado si nieva y arrebatado en mí mismo en esas noches casi legendarias que nos regala la Granada de siempre.
Esta vez la excusa fue un callejeo matinal de un Viernes Santo sorprendentemente veraniego. De un par de pasos previstos a más de dos kilómetros dando vueltas y vueltas por un Realejo que se ofrecía radiante como una novia y exultante como un tenor el día del estreno. 
Puede ser que yo mismo me cansara de escucharme exclamar y admirar cada callejuela; tal vez andaba resacoso de emociones después de una noche de Albaicín de clamores y amores, arrojados a la Concha, Estrella y Aurora desde cálidos y preciosos balcones de calles imposibles... no se, el caso es que el impresionante dédalo de estrechuras cruzadas se iba ensanchando cada vez más y nos sorprendió el mediodía olfateando olor a pueblito en la espesura de un Realejo eterno.
Sonaban cornetas aquí y allá, mientras que se sumaban colores y aromas dulces y melosos por las cuestas extrañas, por los empedrados que se elevan hasta los siempre elegantes cipreses granadinos.
Imaginamos entonces estar viendo por vez primera una porción encantada de una ciudad mágica. Recoleta aquí, huidiza allí, temerosa por todos lados y juguetona con nuestros sentidos. 
No me hizo falta una cañita fresca; andaba ya con la tontería subida a la cabeza y feliz por el hecho de sentirme feliz en ese pueblo inmenso que la capital tiene arropado y escondido en su ser profundo.... y tonto me quedé.
P.D... Bueno, la cañita si cayó después.

lunes, 7 de abril de 2014

El Tabernáculo

En este lugar se sale ¡de frente!
Es El Tabernáculo y está en la calle Navas. Creo que sobran las explicaciones y el contar que uno tras otro se alinean los enclaves donde alternar el tapeo con la evocación cofradiera. Quizá no le quede al local ni un solo centímetro cuadrado de pared sin tapiz de santos y quizá no falte ni uno solo de los años de buenos momentos del último cuarto de siglo... la cervecita se empapa de conversación pausada y de a saber qué pensamientos de esos que se atesoran entre nubecillas de incienso. Esta calle, "santuario" del turismo granadino que va de cañitas tiene, con todo, un olor especial escondido tras las barras con solera de algunos establecimientos en los que hay noches en los que no puedes evitar hablar en voz baja y respirar profundo. Este es uno de ellos. 

lunes, 31 de marzo de 2014

El puestecillo de José Luis

Donde los olores nos lleven...
Granada es una ciudad donde puedes pasear solo por la calle sin sentirte solitario. Si hay que me gusta en mis largas tardes de paseos sin rumbo fijo es la conversación espontánea, el encuentro casual, el sentirte parte de ese engranaje humano que mueve las tornas de una ciudad única y esencial.
Busco siempre en mi periplo el cogollo siempre fresco y dicharachero de la Plaza de la Universidad. Me gustan las prisas de sus estudiantes, el ambiente de "escaqueo" de una tediosa clase de Civil o el cafelillo conversado de los estudiantes en las terracillas. 
Desde allí es inevitable dirigirme por San Jerónimo, intentando caracolear para aparecer en la otra punta, allá por Ciencias... Quizá busco inconscientemente la excusa de los olores. Los que sea Navidad, Verano, Otoño y, por supuesto... Semana Santa, nos meten de bruces el incienso por las narices, convirtiendo nuestro paseo en un sortilegio mágico que nos pone soniquetes de tambores en la mente y nos hace entrever el espejismo de un par de buenas levantás de Borriquita a las mismas puertas del Perpetuo Socorro.
Se llama José Luis, es un joven atento y cordial. Sus aromas de incienso son ya tan de Granada como la Fuente de las Batallas. Lavanda, romero, canela... hablamos de tantas mezclas posibles que aún creo tener en la retina de mi memoria olfativa el dulzor del humo blanco que sembraba la mañana granadina de toques de llamador y racheo de zapatillas. José Luis siempre está ahí y como decía antes si algo me gusta de andurrear por esas calles de Dios es pararme con gente que está ahí para que converses con ella. 
No paséis de largo, este hombre se gana la vida de manera honrada haciendo que su incienso nos haga evocar (y quien sabe si hasta llorar, ante ciertos recuerdos), de manera que la mañana se nos meta en los pulmones como un empujón del alma. ¡A esta es....!

sábado, 29 de marzo de 2014

El hueco

Más presente aún, si cabe
El hueco habla más de presencia que de una ausencia. En los días previos se produce el éxodo hacia otros altares efímeros que proclaman la Inminencia. Allí donde esa increíble mirada baja y ladeada ha contemplado, durante el año, todas las devociones silenciosas en la permanente y Húmeda Soledad de San Gil y Santa Ana, queda el rastro de una grandeza que para cada cual es íntima y única. Ella hoy señorea en el epicentro visual del Templo, mientras que la peana que tantos meses ha sustentado cientos de oraciones da la impresión de estar vacía; pero no ... ese hueco extraño que parece carecer ahora de sentido, expresa un potente rescoldo de permanencia, de vigencia ... Es un rincón vacío donde el sentimiento en sí se refuerza, pues en él intuimos la esencia arrolladora de la espiritualidad. Ella no está ahí, y sin embargo continua estando y quien de verdad la busca no necesita contemplarla pues ya la lleva dentro y el corazón de cada cual la atesora y la ve en tiempo real, en cada instante. 

jueves, 20 de marzo de 2014

Bocanadas de paz

Una manera deliciosa de comenzar el día
No es la primera vez que los músicos visitan este blog. Ni será la última. El encuentro con los artistas de la calle es tan gratificante como refrescante y, además, nos recuerdan que todos tenemos una deuda que cumplir con la cultura. Algunas veces me siento contrariado, como os ocurrirá a muchos, al pensar que la valía y la profesionalidad de los miembros de esta pequeña orquesta, al igual que la de cientos y cientos de músicos de todas las edades, bien merecería la oportunidad de un espacio escénico adecuado, el marco que les facilitase el poder demostrar que su trabajo es especial y sublime... Solo puedo decir que me encanta el encuentro casual -en este caso en la calle Mesones- con aquellos que ponen una pizca de belleza a nuestro discurrir cotidiano, rápido y deshumanizado. La música, esa música tan especial y suave nos regaló una bocanada de optimismo y de paz en una mañana luminosa de la casi primavera granadina. ¡Felicidades, chicos!.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Esta noche es nuestra

Algo más que un paseo
Esto, sencillamente, no tiene precio. No es ni un paseo, ni una calle, ni una vereda... es, simplemente, el lugar. Y caminar despacio por allí, tomando bocanadas de frío helado mientras que sobrellevas la humedad que, muchos metros atrás, se te metió en las piernas por San Gil y Santa Ana se convierte en un ejercicio de meditación trascendental. Así, un día cualquiera de entre semana puede ser especial si antes de cenar te pegas un bañito de ensueños mirando allá y acá, rebuscando con la vista no sé que extraños suspiros. Algunos gatitos asilvestrados pululan entrando y saliendo del enrejado de San Pedro y San Pablo; grupúsculos de turistas despistados escrutan hasta los empedrados buscando un algo típico que esta noche ha huido colina arriba. Yo me conformo con respirar y respirar, pensando en la suerte de disfrutar de este ratillo de conversación a tres bandas (al perrillo le decimos algo de vez en cuando), mientras vamos dejando atrás grandes trozos de historia, a un lado, y carteles de menús y tapeos que invitan a sentarse en terrazas vacías, a otro. Esta noche es nuestra y cuando desandamos el camino en dirección a Plaza Nueva tenemos la sensación de ser privilegiados...

martes, 11 de febrero de 2014

Algo más que inspiración (Semana del Diseño)

Inauguración Semana I

Inauguración Semana II

Inauguración Semana III

Inauguración Semana IV

Inauguración Semana V

Inauguración Semana VI

Inauguración Semana VII

Escuela de Arte Granada
La excusa, la buena excusa es la Semana del Diseño que, organizada por la Escuela de Arte de Granada, se está celebrando en este frío febrero capitalino. Se trata de algo más que un sonado escaparate de lo que será el futuro brillante que ha de venir a consecuencia de la implantación -el pasado curso- de los Estudios Superiores de Diseño en Andalucía, de los que Granada parece ir vislumbrándose ya como una avanzadilla muy adelantada. Talleres, conferencias, visitas a empresas, exposiciones... Y como casi todo buen evento que se precie, el viernes día siete el acto más social y diáfano -desde el punto de vista humano- se celebró en un lugar a la altura y en consonancia con el colorista y multi-todo mundillo de los diseñadores: Cocorocó. Esta semana es un auténtico carrusel de expresión de dos vertientes que parten de un tronco común pero que buscan vericuetos divergentes, el Diseño Gráfico y el Diseño de Moda, tal y como se refleja en las titulaciones superiores que se están cursando en la Escuela de Arte de Granada y que ponen en paridad universitaria a algo que lo demandaba A VOCES hace ya muchos años. 
Uno, que por cercanía, simpatía y más 'ías' anda más vinculado a los diseñadores gráficos, piensa que en estos la vocación está dada al igual que en cualquier otra disciplina universitaria o académica, por supuesto; pero estos se diferencian del resto en su dinamismo interior, en lo extrovertido de sus planteamientos, en su capacidad de no creer en lo establecido, en su espíritu visionario y -por supuesto- en lucir como ningunos ese “toque golfo” que les pone un marchamo indeleble, como las tipografías que están criando para pasmo del diseño gráfico convencional y asentado, al que pronto pegarán una buena patada -en el buen sentido de la palabra- para poner esta especialidad a la altura del siglo XXI.
La Semana del Diseño anda ya por sí sola; pero en la noche de los quintos de Alhambra y las conversaciones salpicadas cargadas de ilusionante sabiduría evidenciaron que en la Granada Nazarí un terremoto estético y conceptual se está gestando en las entrañas de su propia cultura. ¡Vamos!.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Lindo...

Sombrío y orgulloso
No anda uno chiflado por querer plantarle una oda a un arbolito urbano. Pero este me gustó y lo primero que pensé es que el pobre parece "gallina en corral ajeno". Por mucho que adore Granada, reconozco que los naranjos coquetean más con las señeras capitales del Guadalquivir que con nuestra reina sultana. Pero, con todo, creo que pugnan por añadir a los escenarios urbanos un toque de delicada prestancia, lejos -sí- de los voluminosos castaños de indias o de los remoños magnolios. Hay que reconocerle, pues, una cierta osadía a los naranjitos que luchan los pobres contra los rigores del invierno granadino y lo hacen pintándose de un verde intenso, cuasi negruzco, que en un mes y poco romperá en azahares. Que crezca y se desarrolle aquí no quiere decir que el árbol sea de aquí y para aquí, pero al final lo hemos adoptado como propio porque nos gustan sus arrumacos dulzones precisamente cuando la capital comienza a oler al otro dulzor... el del incienso. La diferencia con la Córdoba del Patio de los Naranjos o la Sevilla que presume de azahares es que el naranjito granadino se afana y se emplea a fondo para enamorarnos con su extraña tristeza... y aquí marida bien con la profunda y hermosa pena de los cipreses.

sábado, 1 de febrero de 2014

"Miau"

Simpático y entrañable...
Es ilógico y no tiene explicación; pero cada vez que he de cruzar por la plaza de la Trinidad no dudo ni un instante en callejear por Fábrica Vieja y detenerme unos segundos ante esta fachada. Lo hago solamente para sonreír. Sí, solo por eso. Es curioso como el azulejo del gatito gris nos inspira una cierta ternura al tiempo que da un cierto matiz muy personal a la callejuela en cuestión.

lunes, 27 de enero de 2014

¡Esto si es pan!

Lo mejor de la mañana
Aún somnoliento crucé Mesones de punta a punta con la intención de darme ese pequeño y sencillo regalo matutino. Panecillos tiernos; rosquillas suaves, crujientes barras, bollos de bocadillo generoso, magdalenas de amor inmenso... una ráfaga de sensaciones que a estómago vacío se convierten en un lujo a nuestro alcance; bien distinto del mal uso que a diario hacemos de nuestro organismo atiborrándolo de grasas saturadas, de aceites de palma y de panes precocinados en sabe Dios que almacén de Madrid y repartido por toda España para que el pan, además de malo, sepa igual en todos lados. Pero aquí no. Son muchos los reductos de pan de toda la vida que subsisten en nuestras ciudades y pueblos, afortunadamente. Este me cae al alcance de la mano y además de la amabilidad con que te despachan (mientras se te hace la boca agua) el pan es pan, es una bendición del cielo, un jolgorio para el paladar y un humilde banquete para comenzar el día. Está en la Plaza de la Trinidad y así están las palomas, las pobres... como perrillos esperando que alguien les eche migajas de un sabor único, calentito e irresistible en estas frías mañanas de enero granadino.

El sol extraño

Algo más que la hora del café...
Las cuatro de la tarde es una hora peligrosa. Las umbrías conquistan el centro de Granada justo en el momento en que más apetece un paseo vespertino y justo cuando uno se da de bruces con uno de los escasos remansos soleados donde la conversación estudiantil se estira en torno al cafelillo y donde es inevitable estirar las piernas, cerrar los ojos y sentir el calor de un sol extraño que se hace el huidizo sobre los esqueletos de los árboles de la Plaza de la Universidad. Añoro esas conversaciones de terracita soleada y fría, pero sobre todo recuerdo como cada tarde me detenía unos segundos a fijarme en esas ramas yermas, esperando el momento en que -como un milagro- descubriría unas yemitas verdes que anunciarían los meses eternos de la Granada de siempre...

jueves, 16 de enero de 2014

¿Rehabili-cualo?

¿Pa cuando?
Las sobremesas de Granada en invierno huelen a humedad. A habitación cerrada. El sol deja de existir a las cuatro de la tarde y reina la umbría. La calle Elvira es tremendamente gris en este mes pesado y largo, pero en espera de días mejores que traigan aromas de flor nueva e inciensos uno se conforma con esta letanía de horas raras, en la que el paseo vespertino termina con la cremallera del plumón hasta todo lo alto y las manos ateridas de frío. Y he ahí que la luz se resiste a abandonar los rincones olvidados y yermos de sabe Dios qué Granada era aquella en la que estos caserones lucían esbeltos y airosos, sin esa capa de degradación maloliente y casi dramática que se derrama desde el altozano. Pero me gusta contemplar esa decadencia, imaginar otros momentos y pensar en que todo ese inmenso espacio urbano que expira lentamente vuelve a llenar sus pulmones de vida; porque en 'Graná' el pasado no debe morir nunca, por poco que valgan sus a veces sucias piedras. Y mientras los aromas de las teterías juegan a seducirnos en esa horilla tonta en que el estómago pide cafelillo y dulce, me alejo con el olor a apulgarado metido en la nariz. El olor de un solar, de un amasijo de casas desvencijadas, de "meaos" de gato y de hierbajos consumidos por la tristeza... Bellos son hasta tus rincones malolientes. 

miércoles, 1 de enero de 2014

Y en una esquina... La Tana




Mi amigo Dani -que tiene buen gusto el "joio"- me la recomendó. Confieso que a pesar de la muy buena pinta de los locales de la calle Navas, rehuyo los ambientes excesivamente turísticos y rebusco los rincones donde uno está como en casa. La Tana nos gustó desde la primera vez, a pesar de la auténtica peripecia que supone entrar al local un viernes o sábado noche, aunque la suya de de esas aglomeraciones amables donde siempre terminas por compartir comentario con la gente de al lado; tanto que esta taberna rezuma hospitalidad desde detrás de la barra y al otro lado de ella... tanto que es increíble dejarse aconsejar a la hora -por ejemplo- de elegir vino, pues sorprendentemente apuestan por la vinacoteca de la tierra, la de los excelentes vinos de Granada que de manera incomprensible otros muchos lugares ocultan o no ofrecen. Lo pone su placa exterior, pero lo mejor -insisto- es la recomendación de quien te atiende. En nuestra última visita era tanto el frío exterior que al entrar las gafas se volvían opacas a causa del contraste y en el interior, a pesar del bullicio, la conversación se prolonga y se vuelve densa y paladeada como el buen vino. Y, por cierto, me encanta su decoración amable, abigarrada, cortijera y de sabor eterno. El próximo día, intentaré que esté diluviando afuera para disfrutar mejor de la atmósfera cálida y confortable de este lugar. Más allá de Navas, en la calle Rosario, esquina placeta del agua.