Un día fue una puerta... |
Mi habitual figurante infantil realizó tres pasadas antes de captar la instantánea que me interesaba. La imagen necesitaba un soplo de vida y movimiento que contrastara con la estática superposición de reclamos. Tantos que los carteles ya son -lo que por aquí se dice- una "torta". No es un muro, se trata de la puerta de un gran comercio que conoció tiempos mejores y que como tantos es ya un cementerio donde en vez de flores se solapan carteles de conciertos, de actos culturales, afters y hasta circos. La publicidad invade espacios yermos que otrora fueron escaparates brillantes, portales de mundos donde una o dos generaciones iban atendiendo a clientes de toda la vida; es lo que supongo de esos establecimientos de puertas grandes y luminosos cubiertos de mugre y cagadas de paloma con tufo a años setenta y ochenta. La capital es un muestrario de ellos y la ausencia de futuros comerciales niega incluso el "prohibido fijar carteles-responsable la empresa anunciadora". Por no haber ya no hay ni quien denuncie. Cambia la ciudad, cambian las costumbres, desaparecen sueños...
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