lunes, 12 de octubre de 2015

Se me vuelve a ir la pinza... ¡Esta luz!

Luz que engaña todos los sentidos (Foto: María Romero Escámez)
Te pongas donde te pongas; el atardecer de Granada te persigue de soslayo e intenta meterse en tu retina aunque le des la espalda... cosa, por otro lado, imposible ni siquiera si lo provocásemos maliciosamente. Pero hay más; en este tiempo que no deja de confundirnos con temperaturas imposibles y chapetones inesperados, la luz ambarina de estas horas extrañas nos hace evocar anticipadamente sucesos felices que habrán de venir, pues tiene esta luz la virtualidad de los buenos augurios y el extraño poder de que sin darnos cuenta respiremos hondo y felices, mientras miramos con los ojos entornados hacia esa sierra que aún permanece desnuda y esperando enamorada su vestido blanco.
Yo creo que este atardecer eterno de Granada nos atonta hasta los sentidos de que carecemos y al mismo tiempo nos lleva a hacer curiosas locuras, como ir a paso rápido a bebernos la tarde con sorbos de humedad mientras balanceamos nuestra visión por ese fantástico balcón de vértigo que es el pretil bajo el que corre el viejo Darro.
Evocamos un invierno en el que te duelen los pulmones al inspira y en que el horizonte de Granada se dibuja en color rosa; soñamos con una primavera de olores indefinidos e infinitos. Queremos olvidarnos del otoño en la prisa por acariciar la flor de las nieves sobre nuestras manos abiertas. ¡Y yo que sé que más, porque esta luz aturulla el sentido común hasta la imbecilidad más absolutamente preciosa!.
Ya lo dice María Romero Escámez, a quien le robé la foto: "Con esta luz te miro, Granada. Tal vez quien renuncia a mirarte, es que no ha visto aún cómo atardeces". Lo malo, María, es que cuando lo has visto te vuelves ciego ante todo lo demás.