lunes, 11 de noviembre de 2013

Sesteando

Al fondo, la Gran Vía. 
La noche no me inquieta. Al contrario. Pero a las cuatro de la tarde de una tarde extraña de otoño una cierta sensación de inquieta desolación voletea por estas calles aledañas a la Gran Vía. No hay ni un alma, pero una respiración profunda de aire nublado y fresco granadino me hace recobrar un cierto bienestar interior y el olorcillo a café me invita a un pequeño alto en el camino, antes de rebuscar otros olores más húmedos allá por San Gil y Santa Ana, desde donde me impone mirar hacia el lecho del río. Me gusta ese respirar del otoño de Graná si de verdad es otoño mientras me duermo una siesta sin parar de andar y me permito el lujo de quedarme un ratillo a solas conmigo mismo... bueno, sí. Me crucé con un gato gris...

No hay comentarios:

Publicar un comentario