Algo más que la hora del café... |
Las cuatro de la tarde es una hora peligrosa. Las umbrías conquistan el centro de Granada justo en el momento en que más apetece un paseo vespertino y justo cuando uno se da de bruces con uno de los escasos remansos soleados donde la conversación estudiantil se estira en torno al cafelillo y donde es inevitable estirar las piernas, cerrar los ojos y sentir el calor de un sol extraño que se hace el huidizo sobre los esqueletos de los árboles de la Plaza de la Universidad. Añoro esas conversaciones de terracita soleada y fría, pero sobre todo recuerdo como cada tarde me detenía unos segundos a fijarme en esas ramas yermas, esperando el momento en que -como un milagro- descubriría unas yemitas verdes que anunciarían los meses eternos de la Granada de siempre...
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