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No me pierdo. Me busco por aquí |
En estos días fríos no da tiempo a disfrutar de un atardecer huidizo y tan breve como los propios días; pero en ese instante fronterizo las callejuelas pisadas, a diario, por miles de turistas o caminantes de boca abierta... en esos minutos de tránsito desde una tarde sin vida a una noche extraña, el empedrado exuda silencios y te mete por las piernas una sensación que te cala hasta el estómago.
A quien viene por vez primera le asaltan las confusiones de una Granada que, por estos andurriales, hace un guiño al zoco de Tetuán, quizá porque la ciudad marroquí a muchos se nos antoja la gemela granadina en el norte de Marruecos. Se trata de un escenario ciertamente turístico, es evidente, pero la conjunción de los bazares con el marco arquitectónico, costumbrista y social de la ciudad es suave y cariñosa.
Más allá de esas lámparas de evocador resplandor, en la insulsa tarde casi invernal, está el ensueño que cada cual se quiera hacer mientras sube y baja cuestecillas, mientras resbala sin querer sobre los pequeños cantos gastados mientras se piensa -con cierto placer- en un lugar oculto y menos turístico para dar cuenta de un tapeo casi sublime.
Allá por donde las sombras renacen, donde la humedad hiere la nariz en cada inspiración, siempre hay un hueco feliz para ser turista en los propios sueños...