jueves, 24 de abril de 2014

Tonto






A mí esta ciudad me tiene tonto. Pero de remate. Por mucho que la conozcas, hay días en que parece que estás descubriendo un continente nuevo, un mar urbano que no hubiese sido navegado jamás. Me confieso embobado si hace un día espléndido; ensimismado si se nubla; maravillado si nieva y arrebatado en mí mismo en esas noches casi legendarias que nos regala la Granada de siempre.
Esta vez la excusa fue un callejeo matinal de un Viernes Santo sorprendentemente veraniego. De un par de pasos previstos a más de dos kilómetros dando vueltas y vueltas por un Realejo que se ofrecía radiante como una novia y exultante como un tenor el día del estreno. 
Puede ser que yo mismo me cansara de escucharme exclamar y admirar cada callejuela; tal vez andaba resacoso de emociones después de una noche de Albaicín de clamores y amores, arrojados a la Concha, Estrella y Aurora desde cálidos y preciosos balcones de calles imposibles... no se, el caso es que el impresionante dédalo de estrechuras cruzadas se iba ensanchando cada vez más y nos sorprendió el mediodía olfateando olor a pueblito en la espesura de un Realejo eterno.
Sonaban cornetas aquí y allá, mientras que se sumaban colores y aromas dulces y melosos por las cuestas extrañas, por los empedrados que se elevan hasta los siempre elegantes cipreses granadinos.
Imaginamos entonces estar viendo por vez primera una porción encantada de una ciudad mágica. Recoleta aquí, huidiza allí, temerosa por todos lados y juguetona con nuestros sentidos. 
No me hizo falta una cañita fresca; andaba ya con la tontería subida a la cabeza y feliz por el hecho de sentirme feliz en ese pueblo inmenso que la capital tiene arropado y escondido en su ser profundo.... y tonto me quedé.
P.D... Bueno, la cañita si cayó después.

lunes, 7 de abril de 2014

El Tabernáculo

En este lugar se sale ¡de frente!
Es El Tabernáculo y está en la calle Navas. Creo que sobran las explicaciones y el contar que uno tras otro se alinean los enclaves donde alternar el tapeo con la evocación cofradiera. Quizá no le quede al local ni un solo centímetro cuadrado de pared sin tapiz de santos y quizá no falte ni uno solo de los años de buenos momentos del último cuarto de siglo... la cervecita se empapa de conversación pausada y de a saber qué pensamientos de esos que se atesoran entre nubecillas de incienso. Esta calle, "santuario" del turismo granadino que va de cañitas tiene, con todo, un olor especial escondido tras las barras con solera de algunos establecimientos en los que hay noches en los que no puedes evitar hablar en voz baja y respirar profundo. Este es uno de ellos.